Son dos las clases de intuiciones sobre la eternidad: una teológica y otra estética o poética. Lo que las distingue es la manera en que éstas se relacionan con la intuición del tiempo. La intuición teológica se opone al tiempo en su forma cosmológica, mientras la intuición estética lo concibe bajo su forma subjetiva, vivencial o psicológica. Esta última se subdivide en dos tipos, de acuerdo a aquello que la origina: la suscitada por el placer y la producida por el dolor. La primera de ellas es frecuente entre los poetas, aparece cuando se intenta absolutizar el instante, desligándolo del tiempo o de la percepción de su sucesión. Así Baudelaire cree descubrir un reflejo de la eternidad en los bellos ojos de su gatita o en la tranquilidad de una habitación. Con la intuición dolorosa ocurre exactamente lo mismo, pero variando el objeto evocador. Esto se ejemplifica muy bien con el que sufre una tortura y con aquél que vive en plena desolación: el primero se abstrae del tiempo a causa de intensas e insoportables sensaciones, quedando atrapado en ellas; el segundo cambia la sucesión ordinaria de estados anímicos por una simultaneidad de recuerdos emotivos. El hombre que vive en desolación desespera y se consume nostálgicamente.
sábado, 2 de abril de 2011
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